Cada ser humano nace con un potencial único. Un entorno vivificante y de seguridad favorece el desarrollo de este potencial. Al contrario, un entorno no estimulante lo puede obstaculizar.

Cada persona tiene la fuerza necesaria para encontrar y desarrollar su potencial original. Cada uno(a) posee un potente aliento para llegar a ser quien es, incluso en condiciones difíciles.

Para poner este proceso en marcha, necesitamos todas las dimensiones o instancias de la persona:

La dimensión del ser:

el núcleo positivo y dinámico de la persona, con un conjunto único y personal de cualidades, aptitudes, capacidades y valores.

La dimensión mental:

lo racional, que permite a la persona conducirse ella misma. Esta dimensión comprende el funcionamiento de la inteligencia, la libertad y la voluntad.

La dimensión emocional:

la capacidad de sentirse emocionado interiormente, en positivo o en negativo.

La dimensión del cuerpo:

la realidad biológica, sexual y sensorial que permite a la persona entrar en contacto con otros.

La conciencia profunda:

es la dimensión moral interior a la cual la persona hace referencia para juzgar sus actos por una dinámica de diálogo interior. En este lugar la persona intuye lo  que es bueno para ella y para su entorno.