Testimonial / Pedro

Testimonial / Pedro

“(…) lo que más me llamó la atención en el taller (PRH): recibir la oportunidad de conocerme y de conocernos mutuamente, que existe un potencial en los seres humanos y en la sociedad. Es una riqueza para todos y que todos la pueden utilizar”.

Testimonial / Pedro

Impulsado por la ruptura de una relación importante para mí hice mi primer taller PRH, ¿Quién soy yo, hoy? Mi motivación inmediata era el sufrimiento y el deseo de no volver a vivir eso. Mi segunda motivación concreta era recibir una respuesta a mis interrogantes importantes: ¿Qué es lo que me ocurre?, ¿estoy enfermo?, ¿qué debo hacer? Yo quería comprender lo que me pasaba.

Participaba en el taller “¿Quién soy yo, hoy?” y sentía un aliento en mí. Sentía que se avivaban mis aspiraciones interiores. Lo sentía en todas las dimensiones de mi persona: mi cabeza, mi corazón, mi cuerpo, mi ser. Todo llegaba a ser más ligero en mi persona, menos duro de llevar. Al mismo tiempo me sentía conforme. Quería continuar. En ese momento acordaba un verdadero pacto con mi razón de ser. Sentí que hacía una opción por la vida, emergía un punto de mira para toda mi vida. El punto de mira de conocerme, de llegar a ser el que soy y de darme todas las oportunidades para este objetivo.

Ese fue el punto esencial. Yo veía las posibilidades. La tapadera se esfumaba. Mi motivación original podía de nuevo ponerse en marcha: yo puedo llegar a ser el hombre que soy. Es posible. Es lo que más me llamó la atención en el taller: recibir la oportunidad de conocerme y de conocernos mutuamente, que existe un potencial en los seres humanos y en la sociedad. Es una riqueza para todos y que todos la pueden utilizar. Me sentí profundamente feliz. Había algo que me motivaba aún más: sentir el gozo y el amor por la vida y por el mundo.

De este modo, me sentí decir sí a mi aspiración a conocerme, a conocer a los seres humanos y a llegar a ser más humano. La aspiración a vivir en una dirección y a vivirla con los otros. Con todos. Todos los seres humanos con sus diferencias y con lo que tienen en común. Así me realizaba como persona y me impulsaba en lo más original en mí. Sentía una unidad cada vez mayor entre mi aspiración y mi motivación. Un soplo de vida que me ponía en movimiento. Al final del tercer día del curso, telefoneé a mi madre y guiado por un impulso, le dije: Esta es la mejor decisión de mi vida.

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