“Y con esta herramienta del análisis (PRH) voy haciendo mi camino personal, sintiendo que voy dando pasos muy sólidos, que no puedo volver atrás porque lo que he recorrido ha cambiado mi vida cualitativamente”.
¿Por qué me gusta PRH? Para responderme esta pregunta necesito ubicarme en la manera como yo me vivía antes de conocer PRH, que es como he vivido la mayor parte de mi vida. He vivido sin atreverme a entrar dentro de mí, mi mundo interior, lleno de emociones, miedos, inseguridades, me desestabilizaba si lo tocaba. Aquella dimensión más profunda de mi ser no me podía ayudar en ese viaje, ya que no lo conocía, no tenía acceso a él de un modo natural. Sabía cómo era mi ser, pero no me vivía ni sentía desde ahí. En resumen, mi mundo interior me inspiraba temor.
Desde esta forma de vivirme, era natural que me costara cultivar los espacios y tiempos para estar conmigo misma, que eran casi inexistentes, siempre había algo que hacer o algo en que ayudar a otros/as.
Busqué a PRH, que conocía vagamente de oídas, para salir al paso de una relación conflictiva que me sumió en una sensación fuerte de inexistencia. Decidí enfrentar qué pasaba conmigo de una vez por todas. Me apunté a dos talleres de PRH en un espacio corto de tiempo. Recuerdo que unos meses antes, por indicación de una amiga, empecé a hacer mucho análisis personal de sensaciones por escrito. Y aquí entro en el tema: lo que me gusta de PRH es sobre todo su herramienta básica, el análisis PRH.
Al analizar las sensaciones de contenido psicológico, justo las que yo siempre sentía y tapaba (malestar, desánimo, pena, desmotivación…), al empezar a acogerlas en los análisis, experimenté un gran alivio. Alivio de poderme expresar a mí misma, mis sensaciones, sentimientos, emociones. Al comienzo de mi proceso personal lloraba mucho al hacer análisis, realmente era una herramienta sanadora para mí.
Por otro lado, porque todo tenía su derecho a ser analizado, ninguna sensación necesitaba ser censurada para el análisis. Eso me ha ayudado mucho, porque me ha permitido dejarme sentir todas las sensaciones, también las negativas y, sobre todo, las que yo juzgo como inmaduras.
Otro punto fundamental al que me ayuda el análisis es a dejarme sentir. No solo me ayuda, sino que ha sido una herramienta para aprender a conectarme conmigo misma. Y dejarme sentir sin censuras, también ha sido y es muy gratificante para mí, me alivia profundamente, me hace sentir más entera, porque lo que vivo lo vivo en todo mi cuerpo.
Sentir que tengo una herramienta para expresar y analizar mis sensaciones, antes apartadas, me da mucha confianza, me hace sentir que puedo contenerme a mí misma en cualquier situación y, por eso, aunque algunas sensaciones no me atrae analizarlas (por la sensibilidad), no dejo de hacerlo cuando las veo y considero que son significativas para mí. Y cuando hago análisis, aunque sea de sensaciones negativas, nunca me quedo mal de fondo, a veces sí con la pena correspondiente a haber tocado esa emoción, pero eso no me produce desánimo.
Me gusta hacer análisis, me gusta entrar en mi mundo interior, me interesa mucho. Hace tiempo que perdí el miedo a entrar en mis sensaciones negativas. Tengo interés por todo lo que ocurre dentro de mí y por eso ha crecido mi capacidad de observación. Ahora me surge analizar cosas cotidianas que estaban ahí desde siempre, pero que nunca se me ocurrió analizar, nunca vi que en ellas había algo importante que descubrir. También la observación me hace hilar más fino en mis motivaciones o razones para actuar de tal o cuál manera, para ver qué sensación me dejó una relación, por ejemplo. Sin presión, sin juicio, simplemente me doy cuenta y puedo acogerlo. Hacer verdad no me hace sentir mal.
Y con esta herramienta del análisis voy haciendo mi camino personal, sintiendo que voy dando pasos muy sólidos, que no puedo volver atrás porque lo que he recorrido ha cambiado mi vida cualitativamente. Al mismo tiempo, siento que avanzo con motivación y sin miedo, porque el análisis, unido al apoyo de los diferentes medios del PRH y a sus animadores, van acompañándome a mi ritmo, ni lento ni rápido, el mío. Ya no temo vivir tramos demasiado desestabilizadores, al menos no fuera de mi posibilidad de asimilarlos, pues tengo esa certeza que he escuchado tantas veces a los animadores: que todo aquello que necesita ser sanado, va emergiendo en la medida en que se tienen las fuerzas para asumirlo y vivirlo. Tengo la sensación de estar muy apoyada, como si llevara unas barandillas a los lados, de forma que no me puedo caer, no tengo ese miedo. A veces tengo impaciencia con mi proceso, sobre todo con las cosas que aún me molestan para mi vida, pero también en eso he avanzado; me invito a vivir a fondo el presente, disfrutando de tanto descubierto e integrado en mí, poniendo en funcionamiento mi ser, las capacidades descubiertas y ahora gozadas, y acogiendo lo inesperado negativo que llega en algunos momentos, y que es la materia prima de nuevos análisis.
Creo que esta herramienta del análisis PRH encajó muy bien en mí porque la necesitaba mucho para crecer y para sanarme. Doy gracias a Dios por haberla encontrado y por todo el camino que me ha permitido hacer.
Así que yo, que no escribí un diario ni de adolescente, que nunca escribí ni poemas, ni nada de nada, ahora tengo montones de cuadernos de análisis en mi estantería. Curioso, ¿no? ¡Lo que hace la necesidad!
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